miércoles, diciembre 01, 2010

El Vértigo de Marthazul



Es una de las muchas fotos que hice en nuestra visita al volcán Paricutín. Es uno de los muchos recuerdos de mi primer viaje a México. Viaje decisivo y deseado, donde me dejé llevar. Viaje organizado junto a mi amiga Elizabeth Ross para celebrar el encuentro internacional de arte público que organizamos las dos entre Galicia y Michoacán (Identidades.03). Hay unos cuantos puntos de vértigo, comenzando por el largo viaje de Vilagarcía a Morelia, con unas cuantas escalas, hasta el último viaje sorpresa atravesando tierras de Jalisco.

El día que fuimos al volcán fue inolvidable. Me quedé impresionada por varios motivos: monté a caballo por primera y última vez, fui guiada por un niño de 11 añitos que pasaba los días haciendo ese trabajo porque no iba al colegio para ayudar a la familia; sentí un indescriptible calor que venía de las profundidades de la tierra volcánica; me dio un subidón de azúcar por la mezcla de sensaciones y sabores; comimos tortillas azules... y pisamos las ruinas del volcán.

Era una inmesidad de piedra volcánica, una masa intensa sin forma. Subimos y bajamos entre las piedras, mientras nos guiaba un anciano. La verdad que tanto la realidad de esos niños como la del viejito sí que eran de vértigo. Como también fue alucinante la acción "somos una" que realicé junto a las doncellas de Capacuaro durante la tarde, donde me trencé con ellas por amor al arte, y acabé subida a unas sandalias demasiado altas para mí, vestida de purépecha como acto de agradecimiento y con flores azules.

Pero la sensación vertiginosa y de desconcierto que siempre recuerdo es la de ver esta imagen del altar en un lugar imposible, y sobre todo tan decoradito, colorido, cargado y cuidado. Esto es un ejemplo más de que la fe mueve montañas, o caminos de lava... Un lugar de acceso bastante inaccesible y desagradable, pero que no es nada grave para algunos mexicanos que tanto adoran a diosito y a su virgensita. Es de esas cosas que por ahora sigo sin entender: ver como los niños pasan hambre y carecen de muchas necesidades básicas, pero tienen flores, frescas o de plástico, para sus altares... Me parece una realidad demasiado contrastada, de vértigo vital, que no sé a dónde les/nos llevará... pero mientras se mantenga seguirá llamando la atención de sus visitantes.

Todo este viaje fue de vértigo que me cambió bastante la vida. Aquí una probadita:

Nuestra visita al volcán Paricutín (Angahuan-Michoacán; México, 2007)

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